Carlo Bordini, “Reflexion sobre el Festival de Medellin”

Autor: Carlo BORDINI
Versión original del artículo:
http://poesia.blog.rainews.it/2012/04/20/carlo-bordini-riflessioni-sul-festival-di-medellin/#comment-12827

Traducción: cortesía de Lina SILVA

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“Los colombianos aman la poesía, porque la confunden con la esperanza “, esta parece ser la síntesis final de la reflexión que hace el poeta Carlo Bordini del Festival de Medellín, (foto de Fulvio Pellegrini).

Bueno, los invito a leer esta carta. Se trata de una carta dirigida “convencionalmente” a mí, pero que en realidad nos concierne a todos nosotros. Léela. Plantea importantes interrogantes sobre la poesía, la escritura y el “performar” la poesía. Sobre el ser o no ser un poeta.
Sí Carlos, tal vez no deberíamos confundir la poesía con la esperanza. Sería necesario pensar o por lo menos hablar de ello … No sé qué piensan nuestros lectores. Vamos a descubrirlo, con los comentarios que hagan.
Luigia Sorrentino

REFLEXIONES SOBRE EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN

                                        Querida Luigina,

Queríamos hacer un debate a tres sobre el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Luigi Cinque, Francesco Pontormo y yo. Luigi Cinque, porque participó en el festival, como yo (él en el 2010, yo en el 2011), Francesco Pontorno porque está muy interesado en el tema. Queríamos grabarla y enviártela. Pero por una serie de razones, especialmente por motivos de tiempo y trabajo no ha sido posible. Así que te envió esta carta, ojala ellos puedan intervenir también más adelante, o quizás hagamos finalmente el debate a tres.
Te lo envió en forma de carta porque quisiera mezclar la narración con algunas consideraciones. Se trata de un tipo de historia.
Bueno, en primer lugar, al llegar a Bogotá en junio. En el aeropuerto, el oficial de aduanas me preguntó:
¿Qué está haciendo en Colombia?
Tengo que hacer una lectura en la Casa de Poesía Silva y participar en el Festival de Poesía de Medellín.
¿Usted es un poeta?
Sí.
¿También escribe narrativa?
A veces.
Bienvenido a Colombia.
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Unos meses más tarde asistí al Festival de Poesía de Trois-Rivières, Quebec.
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En el aeropuerto el policía me preguntó:
¿Qué está haciendo en Canadá?
Tengo que participar en el Festival de Poesía de Trois-Rivieres.
¿Le paga por esto?
Te escribo estos diálogos para darte una idea de la diferencia de mentalidad y de vida entre nuestro mundo y este otro mundo.
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En Bogotá, hice una lectura preciosa en la Casa de Poesía Silva. Me presentó a Martha Canfield, quien también había hecho una lectura de poesía el día anterior. Martha es un poeta uruguaya que enseña literatura latinoamericana en la Universidad de Florencia. Entre los oyentes estaba también, para mi deleite, el hijo de Álvaro Mutis, el gran escritor colombiano.
La Casa de Poesía Silva es la casa donde vivió y se suicidó, el poeta José Asunción Silva, uno de los más grandes poetas colombianos. Es un monumento nacional, hoy en día es la casa de la poesía más importante de América Latina. En Italia, es inconcebible que una casa en la que un poeta se suicidó pueda convertirse en un monumento nacional. Esto también te puede dar una idea de la diferencia de mentalidad entre el nuestro y este mundo.
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En Bogotá, además de algunos amigos, también encontré a Marcela Salazar y a su hermano Rodrigo, quien hizo la portada para mi pequeño libro sobre la poesía en América Latina.
Después juntos a Pedro Gómez, director de Casa Silva, viajamos en avión a Medellín. La primera impresión que tuve de Medellín, cuando entramos en la ciudad con la camioneta que nos transportaba desde el aeropuerto, fue que había una revolución en curso. Luego me di cuenta que lo que parecía una revolución era simplemente una multitud, de personas que atravesaban el semáforo. La segunda impresión que tuve fue ver la pobreza. Y pensé: ahora nos vamos para un hotel, en el que estaremos bien alimentados y protegidos, a leer poemas que probablemente hablar de los problemas del mundo, y aquí la gente se muere de hambre. La idea no me gustó en absoluto.
Así fue como entré en contacto con el mítico festival de poesía de Medellín, el festival en el que todos los poetas quieren participar. Estábamos en un hotel de los años 50. Había una enorme organización. Ese año participaban unos ciento poetas. Por cada poeta había tres o cuatro personas trabajando: guías, traductores, libreros. Conductores. Conocí al legendario Fernando Rendón, fundador y director del festival, un hombre de gran carisma y vitalidad. Yo sabía ya del amor de los colombianos por la poesía, pero en Medellín empecé a conocerlo mejor.
El festival funcionó del este modo: habían dos sesiones, una de apertura y una de clausura, que se realizaban en un anfiteatro, y en las cuales participaban miles de personas. Durante los otros días (el festival dura una semana) los poetas, en grupos de cuatro, cuya composición variaba continuamente, leían una o dos veces al día en las bibliotecas, librerías, escuelas, centros culturales, parques, centros deportivos. Todo Medellín era envuelta en las lecturas de poesía, a las cuales participaban de treinta a cien personas. Las lecturas fueron acompañadas siempre por un banquete de libros de los poetas presentes.
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En el vestíbulo del hotel, que era el centro del festival, había un grande stand que vendía libros de poesía. Y también vendía la revista del Festival, la revista Prometeo. En el interior de la revista, que estaba muy bien hecha, por cada poeta participante había tres páginas con sus poesías, un curriculum y una foto. Se vendían miles de ejemplares. Mucha gente caminaba por el hotel con la revista y cuando reconocían a un poeta le pedían una dedicatoria, en las respectivas páginas.
El poeta en Colombia es un personaje, es el emisario de los dioses, aquel que explica a los demás el sentido de la vida, el que dice la verdad. Entre el público que participaba en las lecturas había una cantidad enorme de gente joven. Yo había impreso en Italia un folleto de poemas traducidos al español para regalar, el cual era recibido con avidez. Había una especie de fetichismo en esto. Una vez hice un autógrafo a una niña con los brakes en la boca, le pregunté: “¿cuántos años tienes?” Me contestó, “dieciséis”.
Este año, el festival se realizó conjuntamente con la reunión de directores de los festivales de poesía en el mundo, de este encuentro nació una coordinación mundial del festival de poesía.
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Un aspecto importante que caracteriza el Festival de Medellín es el rescate literario de las lenguas nativas que han sido aplastados por el español. Había muchos poetas que leían sus poemas en su lengua materna y en español, y varios libros en ambos idiomas.
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En el festival encontré diferentes personas. Vi a Lello Voce, conocí a Gabriel Impaglione (Argentino) y Giovanna Mulas, que viven en Cerdeña. A través de Pedro, conocí a José María Memet, poeta chileno, que dirige el festival de poesía de Santiago, y dos jóvenes profesores en Medellín, Diana Lucía Restrepo y Luz Stella Martínez (Luces).
También conocí a un poeta cubano, Alex Pausides, quien me propuso difundir en Cuba mi poema a Trotsky. Me dijo que en Cuba, en este momento de crisis, hay un cierto interés en Trotsky.
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Pedro, José Luz, Diana y yo formábamos un grupo, y estábamos a menudo juntos.
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Con Pedro Rodamos recorrimos Medellín, que es una ciudad muy hermosa y con gente maravillosa desde el punto de vista humano.
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Una cosa que me llamó la atención: cuando fuimos a visitar el acuario. Nos acompañó una chica de la organización, de origen indio. Cuando nos despedimos, nos abrazó y nos besó con afecto. Así como se da la bienvenida a los invitados.

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Yo le preguntaba a las personas que encontraba en el festival: ¿ por qué los colombianos aman la poesía? Obtuve diferentes respuestas. “Porque la poesía nos hace humanos.” “Porque el festival ha sido un desafío al narcotráfico y debido a que nació en una época en la que era peligroso hasta salir de la casa.” Un joven me dijo: “Porque la poesía me ayuda a vivir.” Siempre hubo, en las respuestas, una relación muy estrecha entre la poesía y la vida. La respuesta más fulminante me dio un poeta colombiano, Mario Ángel Quintero. Estábamos comiendo en la cafetería del hotel, y le pregunté, como a todos: “¿Por qué los colombianos aman la poesía?” y él respondió: “Porque la confunden con la esperanza”.

Luces me contó una historia, de hecho, me la hizo vivir. La historia es la siguiente: en los alrededores de Medellín, en los cerros, viven los más pobres, los desplazados, aquellos que han sido expulsados de sus tierras por los grandes terratenientes. Estas personas fueron utilizadas en el pasado como asesinos por los jefes del tristemente célebre cártel de Medellín. Luces nació en uno de estos barrios, Santo Domingo. Por la noche no salíamos y se podía oír los disparos de arma de fuego en la calle, decíamos: ” ya cayó otro”. Luces caminaba a la escuela todas las mañanas sobre los muertos. Tenía que pasar por un callejón donde los cadáveres la noche anterior eran arrojados. Un día (te lo cuento como ella me lo contó, Luigia) la maestra le hizo leer un poema, y fue entonces que comprendió, me dijo ella, que su vida podría ser mejor.

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Pero la historia no termina aquí. La alcaldía de de Medellín decidió afrontar su relación con este barrio pobre y peligroso de la siguiente manera: construyendo un moderno teleférico que conecta el centro de Medellín con el barrio. No fue aislándolo sino conectándolo. Y este barrio, que odiaba la ciudad, comenzó a cambiar. También desde el punto de vista económico. En medio de las comunas nacieron de pequeñas tiendas y otras las actividades comerciales.
Pedro (que, entre otras cosas, es un poeta onírico de gran valor fantástico), Luces, el poeta holandés Cees Nooteboom y yo fuimos un día con el teleférico a Santo Domingo, y allí vimos la cosa más utópica, más fantasmagórica, más fantástica, que te hace entender cómo el futuro este en estos países, porque son capaces de invertir en cultura, en esperanza, en proyectos, en las utopías: allí visitamos la famosa Biblioteca España. Sí, porque en este barrio miserable se construyó una biblioteca gigante y futurista.
Es una biblioteca de arquitectura espléndida, construida por un arquitecto italiano que vive en Colombia, es negra, parece una roca, y está integrada a la roca. Domina la ciudad. En una visita rápida, mientras pasaba frente a una guardería para niños, vi a una joven con rasgos faciales indígenas, de unos quince años, o quizá más, que tenía un niño pequeño en sus brazos y mientas ojeaba un libro ilustrado. Tal vez un atlas, o un libro de viajes, o un libro de arte. Cada vez que pasaba una la página se dirigía al niño y se la mostraba. Pensé que tal vez el niño no entendía mucho, pero la niña, que había nació en ese barrio, estaba descubriendo por primera vez en el mundo a través de un libro, y se lo mostró a su hijo.
Después hablé con un joven bibliotecario que me mostró otro aspecto de la biblioteca. Me dijo: Yo soy un buen lector, déjeme leer sus poemas, le daré mi opinión…
En el festival de Medellín, conocí un tipo de poesía que yo no conocía, porque no la practico y no la frecuento: la poesía performativa. La poesía performativa que encontré en Medellín, es diferente de la que conocemos en Italia: se trata prevalentemente de la poesía civil. He disfrutado algunos de estos poetas, sobre todo la Keniana Shailja Patel y el alemán Julian Heun por el pathos que daban a la lectura de sus poemas, también he apreciado la energía y la fuerza de las lecturas de José María Memet, del colombiano Fernando Linero, que había conocido en Bogotá, y Fredy Chicangana, Colombiano de la Nación Yanacona, que me regaló un libro suyo en runa Shimi y en español.
Sin embargo, debo decir, y este es el argumento más importante e interesante que quisiera afrontar, y del que ya hemos discutido con Francesco y Luigi, a mi regreso, es el problema que expongo en esta carta, sobre el cual no tengo las ideas claras, pero que aun así quisiera discutir. Tengo que decir que el festival de poesía de Medellín, que para mí siempre ha sido un mito, me ha en parte decepcionado. Me ha exaltado en parte, por el impacto social que tiene la poesía en Colombia y la ciudad de Medellín, debido a su conexión con la vida humana, por las jóvenes con brakes en los dientes que pedían un libro de poemas, por la gran cantidad de jóvenes que siguieron las lecturas, por el intenso silencio con el que las lecturas fueron acogidas, por la pasión con la que todo fue organizado y llevado a cabo, por la utopía que encarna, pero me ha decepcionado por otras razones.
Hubo una diferencia de calidad e intensidad entre las lecturas pequeña que se hacían diariamente (a las cuales asistían en conjunto, miles de personas) y las dos grandes lecturas plenarias inaugural y de clausura.
En las primeras hubo un enfoque diferente, más selecto, y en general un público más culto, en las sesiones plenarias hubo un público de concierto rock, y los poetas que eran los más aplaudidos y que despertaban mayor entusiasmo eran, sin duda, los peores. Allí vi el aspecto negativo, vulgarizado, de la poesía performativa. Este fenómeno se vio acentuado por la presencia de demasiados “trombones” entre los poetas, la poesía “civil” de mala calidad, cargada de elementos folclóricos metidos por los ojos del público, que de esta manera, me duele decirlo, viene deseducado más que educado al disfrute de la poesía, la poesía como modo crítico, profundo, e incluso soñador de observar la vida. Esta no fue sólo mi sensación, sino la de muchos de los participantes en el festival, y el mejor modo de sintetizar este sentimiento son las palabras que dijo, refiriéndose a la sesión de clausura, el poeta mexicano Marco Antonio Campos, a quien encontré de regreso en el Aeropuerto de Medellín (debo decir que estaba un tanto exasperado): “lee un poeta, performativo, y todo el mundo aplaude, a continuación, lee un gran poeta, y nadie se da cuenta”.
Me he puesto muchos interrogantes de regreso a Italia. La enorme acogida que el público da a la poesía en Colombia y América Latina, siempre me ha entusiasmado. Pero en algún momento he iniciado a preguntarme: sí, por supuesto, los colombianos aman la poesía, pero tal vez no siempre saben distinguir entre la poesía buena y mala. Y las palabras de Mario Ángel Quintero, vuelven a mi mente con un significado más claro: “aman la poesía, porque la confunden con la esperanza.”
Estoy seguro que un cierto populismo o la poca atención dada a la selección de los poetas invitados son parte del problema. Uno de los directores del festival presente en Medellín (como ya dije, era en curso una reunión de directores de festival de poesía en el mundo) me dijo: ” Yo, en mi festival, selecciono los poetas ” Pero el problema es aún más complejo.
Entre los poetas que yo personalmente no habría invitado había también “grandes” nombres. En una discusión de pocos minutos Luigi Cinque me dijo: “Mira, yo no debería decir esto, pero estoy convencido de que la poesía es un arte esotérico. He estado escuchando las canciones los años 70 y me di cuenta de que eran terriblemente banales. ”
No lo sé. Yo no sé nada. Pero sería necesario reflexionar sobre ello. No me gusta la poesía que no comunica nada. Tal vez el problema no tiene solución. Tal vez el problema lo puede resolverlo sólo la gran poesía, que es muy rara, y probablemente en el fondo no nos pertenece… un ejemplo de poesía no retórica y no reservada a unos elegidos nos la deja una mujer, un poetisa, fallecida recientemente, cuyo nombre es Wislawa Szymborska …

PS. En el intervalo entre escribir esta carta y enviarla, estuve en Lima, en el primer Festival Internacional de Poesía de esa ciudad (ahora mi destino es viajar). La bienvenida a la poesía en esta ciudad fue igual a la que le han reservado los habitantes de Medellín pero en Lima el nivel de la poesía fue más uniforme, sin trombones y personajes folclóricos. Entonces comprendí muchas cosas. Entendí que es posible. Pero que sólo los pueblos que poseen un gran corazón pueden amar la poesía.

Un abrazo.

Carlo

Carlo Bordini
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Poemas

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Este fascículo fue especialmente impreso para el XXI Festival Internacional de Poesía de Medellín y para una lectura contemporánea en la Casa de la Poesía Silva de Bogotá.

Polvo
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Siempre seré un poco menos de lo que soy,
o más bien, mucho menos. Polvo. He perdido mucho.
Lo que se pierde no se puede recuperar, y si se recupera
ya está disperso, ya no entra en el orden establecido
de las cosas. Me alegro que de mí
no quede nada más que un leve
envoltorio. He perdido
mucho. En esta levedad,
lo que más importa es la ausencia de agudos,
que todo sea redondo y recogido. Y con eso basta.
Todo lo que se ha destruido puede volverse redondo,
y más redondo. Como un jarrón. Todavía es posible.
El polvo se puede recuperar. El polvo una vez fue
detritos. Y ahora no es detritos,
es lento, friable. El polvo
es algo menos, pero puede
juntarse. Las heridas
pueden volverse polvo, recogido
cerrado. Me alegro
por no entender las cosas. Su
razón. Hay cosas que desconozco, y me
alegro. Aparecen como misterios,
quietas. Por ejemplo,
la chica que siempre me encuentro, ¿me ama
o no? No lo sé. Me alegra
no saberlo. Me alegra no saber
si la quiero, o más bien, sé que no la quiero, que podría
quererla; me alegra
no saber si hubiese podido amarla. Este misterio
me tranquiliza más que su amor.
Es lindo no saber. No saber, por ejemplo,
cuanto viviré,
o cuanto vivirá la tierra.
Esta suspensión
substituye la eternidad.

***

Los gestos

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Personas con gestos que tiemblan
un poco.
Personas con gestos equivocados. Hay personas
a quienes
les cuesta muchísimo
hacer gestos. Intentan
y vuelven a intentar
sus gestos equivocados, y cuando uno sale bien
parece que también los otros,
pero la fila
más larga es la de los gestos
equivocados, [¡que
fila interminable!!

Los gestos torpes repetidos
después de tantos años, los gestos
repetidos durante muchos
años, los gestos cómicos,
los gestos un poco suicidas.
los gestos interlocutorios. Los gestos
que no se dejan entender, los pedidos
de ayuda
que no se aceptan,
los pedidos
torpes,
repetidos. los pedidos
suicidas. Los gestos inhábiles,
un poco vergonzosos, blasfemos. Los gestos
engreídos, Los
gestos
que no tienen peso ni valor porque
son torpes, los gestos
tranquilamente torpes, consuetudinarios,
los gestos
irónicos.
Los gestos
resignados
Los gestos conscientemente
torpes,
conscientes
de ser
torpes y inhábiles,
Los gestos que
contienen
una disculpa
implícita
y los que fingen
ser soberbios,
Los gestos que
saben
que no hay nada que hacer.
Los gestos
silenciosos
que se
apartan
Los gestos orgullosamente
muy poco diestros
Los gestos de quien sabiendo que es torpe
hace unos gestos
para alejarse
para no
figurar
Los gestos
resignados
Los gestos fastidiados
de quien sabe que es
inhábil y lo consideran torpe
Los gestos aturdidos
de quien no está seguro
de lo que hace.
los gestos irritados
pidiendo soledad
.
O bien el gesto torpe
definitivo, el de no volver
a comunicar
y salirse por la tangente de su propia
soledad
y no comunicar más
más más.
.
Los tics
los pequeños tics
los gestos que intentan alejar
a alguien
imaginado o
imaginario.
.
el saberse
juzgados
[por todos].
.
saber que los propios gestos
son juzgados.
.
Los gestos de quien tiene dentro
una debilidad
que vuelve difícil hacer
cualquier gesto
el gesto silencioso
como si quisiera que los otros entendieran
lo que necesita
sin necesidad de moverse
.
el gesto de no hacer
ningún gesto.
.
Los gestos
imaginarios
el imaginarse
que uno hace
un gesto.
.
los gestos bajo el agua
hacer gestos bajo el agua
señalando a la gente que pasa
pero nadie descubre tu dedo
que se mueve bajo el agua
.
Los gestos extraños
siempre hay alguien mirando
los gestos que se hacen
y establece que son
torpes locos insensatos ínhabiles gratuitos
ridículos
observables.
.
Hay siempre alguien juzgando
que eres demasiado delgado
demasiado gordo
demasiado callado
poco coherente,
un poco raro,
un poco tocado. [(dicho
en voz baja)]
un tipo poco
práctico
con buena voluntad pero
demasiado solitario,
demasiado introvertido
demasiado poco practico
demasiado poco sociable,
.
los gestos que evitan
a la gente. Los gestos que evitan
dejarse ver. Los gestos
que cubren, que intentan
cubrir.
Los gestos que protegen
instintivamente la cara,
la cabeza las manos
la boca, aunque no sean
conscientes
.
Los tics
los tics un poco ridículos.
.
Los gestos inútiles
El miedo a los ruidos. El
deseo
de no ser vistos, el gesto
de cubrirse, el
deseo de esconderse, el
gesto de
cubrirse la cabeza. Los gestos
de quien
tiene la cabeza
en otro lugar, el
gesto de cubrirse
la cabeza, la cara,
la boca, los gestos
inmaculados. Los pensamientos
inmaculados, los pensamientos
cándidos, virginales, inmaculados.
Los gestos que hacen
daño sin saberlo.

***

Poesía para Medellín
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En una foto de los sobrevivientes de una inundación
un hombre camina por el agua que le llega al pecho
un perro nada a su lado, pero se ve que el hombre lo conduce
con una mano
En los hombros tiene una niña
que en una mano tiene los zapatos del hombre
la niña apoya una mano sobre el pelo del hombre
y mira hacia el pequeño perro con una expresión algo ensimismada
me recuerda otras figuras femeninas
conocidas en Colombia
como si la vida fuera un juego
para enfrentar levemente.

Los poemas de esta selección antológica han sido traducidos por Martha Canfield, con la excepción de Luz, Fin de la tragedia, Poesía prohibida, Hay algo obsceno, que han sido traducidos por Laura Ceccacci.
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Los poemas Poesía para Medellín y Nueva York son inéditos. Todos los demás pertenecen a I costruttori di vulcani, poesie 1975-2010, Luca Sossella editore, 2010.

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